¿Cómo habitar las hojas?

Claudia Marcela Ruiz Paz
Obra de Museo

Dimensiones: Variadas

Técnica:Fotografía digital

Año:2017

En un banquito de madera con patas de raíces secas, que buscan la tierra como si aún estuvieran con vida, estoy sentada viendo el infinito esperando la muerte. Cada vez que te acercas querida mía, siento un dolor lineal que me atraviesa desde la espalda hasta el estómago, una especie de perforación de lado a lado que congela y quema. La vida no es más que un hilo frágil que de repente se desprende y nos deja caer al abismo. La única idea tranquilizadora de tu muerte, es la seguridad de la mía. Sé que en algún momento tus átomos y los míos se encontrarán y nuestros cuerpos volverán ser tierra y bajarán por los ríos entre espuma blanca y serán piedras y plumas, peces y atarrayas, raíces y árboles. La muerte nos asecha y no la percibimos, hasta que se acerca demasiado con las manos frías y nos arrastra por el suelo embarrado, atragantándonos de polvo, arena y lluvia. Mi cuerpo herido, frágil, adolorido, ha buscado entre cantos y rezos en la hierba sanarse, se sumerge en ellas en mientras grita y llora. Las hierbas y la saliva de tus rezos llamaron a mi alma para traerme de vuelta de ese lugar que aún no conocemos y apenas percibimos. Entendí que su poder desde siempre me ha invitado a habitarlas, son un lugar seguro para guardar mi corazón. Ningún lugar me ha conmovido tanto hasta ahora que esos diminutos inhabitables. Camino sobre los espacios que quedan entre el agua y la paja de las lagunas, cada vez que tejo pieles con plumas. Ahí en la lejanía del horizonte estoy yo, esta mi cuerpo yaciente horizontal sobre las hojas, nuestros cuerpos replegados de pieles suaves y jóvenes que danzan con movimientos lentos. ¿Acaso es posible reconocer la inmensidad del paisaje en las hojas sin carne que caen cerca de los ríos? Piso la tierra húmeda con piedras y ramitas secas, siento como su vida, tu vida y la mía son una sola, jamás antes había sentido en el alma que éramos la misma existencia, somos lo mismo. Respiré el vaho de tu aliento sin que pudieras aun respirar, te encuentro en las hojas secas y en la arena que se cuela en las rocas cerca del mar, caminado lento sobre mi espalda estremecida. ¿Puedes recordar quizá esta vida? Se que te vas y que duele dejarnos, tenerte fue hermoso. Fue casualidad encontrarnos en esta vida, incluso separarnos de manera atroz, pero en las líneas te he vuelto a encontrar, son nuestro refugio. No hay otra montaña que quiera recorrer sino esta que surge del suelo como una implosión entre el rio y el mar que se engullen el uno al otro violentamente. Me atrapo lineando esas marcas blancas que rasgan tu piel, que tanto dibujé y que me enseñaron a sentir cada línea y cada respiración.