La paz: más allá de lo intolerable, lo posible

6 Arte & Alteridad

Lo intolerable,

La zona opaca, indiscernible, entre las guerras –siempre en plural, pues toda guerra no sólo se libra en muchos frentes sino contra múltiples sujetos sociales y modos de vida– y la paz, regulada y sostenida con mayor eficacia por la OMC1 y los mercados grises, que por la ONU2, está asociada indisolublemente a las políticas de los intercambios, desbordando entonces las soberanías estatales y dando paso a lo inmundo del juicio que justifica la destrucción. La paz no resuelve la guerra, se ha convertido en inherente a las conductas de la guerra cuyo fundamento es la distinción, siempre variable e incierta, entre amigo y enemigo3. La racionalización de la hibridación entre la guerra y la paz encuentra su realización en los regímenes de excepcionalidad jurídica, política, militar. Podemos afirmar, entonces, de la paz que es un desgarrón entre la guerra justiciera, cuyo fin pacifista sería –dice San Agustín- “conducir, por la victoria, al enemigo a las ventajas de la paz”, y un programa utópico de paz total.

Ortega y Gasset afirma que “la guerra es un enorme esfuerzo que hacen los hombres para resolver ciertos conflictos” y la paz no puede ser menos, pues de otra manera la paz no tendría más que un carácter negativo el de un estado social cuya característica es la ausencia de guerra, el de ser “el hueco que dejaría la guerra al desaparecer”, pues “la ausencia de pasiones, la voluntad pacífica de todos los hombres resultaría completamente ineficaz, porque los conflictos reclaman solución y mientras no se invente otro medio, la guerra reaparecerá inexorablemente”4, ahora bien ese otro medio es ¿la disuasión?, ¿el acuerdo, el pacto, entre estados, entre ejércitos? ¿la aniquilación?

Masacres, atentados, asesinatos selectivos, destrucción producto de la asimetría y la baja intensidad dan paso a un humanitarismo tan monstruoso como la guerra misma: ¿la paz disuasiva, el hueco, el vacío de la ausencia de guerra, después de la guerra, a la manera del Salvador? ¿hemos de esperar que un nuevo régimen imperial, con su imprevisible orden, venga a salvarnos de la guerra y de la paz? ¿acaso esperar un nuevo orden en el que se imponga la paz de las armas y se consolide un sentido común de lo inmundo? ¿a las comunidades y a los artistas sólo les queda el triste drama del duelo y del desencanto?

Lo posible,

A las comunidades y los artistas les queda por librar, y seguramente muchos la libran continuamente, una lucha, una nueva guerra que siempre es necesario reinventar con las potencias estéticas y éticas del sentir. Para resistir la violenta indistinción del espectáculo de la guerra, de los mundos ilusorios, de las falsificaciones y la naturalización de los artificios como mundos verdaderos, para liberarse del drama y el desencanto que los convierte en perpetuas víctimas, tendrán, y así lo hacen eventualmente, que declarar la “guerra a la guerra”. El inmenso esfuerzo del artista, del “anartista”, del artesano cósmico, será el de experimentar lo posible, forzando lo inmundo colectivo para “acabar con el juicio”, desobrando la comunidad para extraer, liberar los materiales cualesquiera con los que componer un mundo nuevo, relanzar procesos en común, constituirse en la alteridad de la guerra, como dice Jean-Luc Nancy: “hacer aparecer la conexión real de las existencias como su sentido real”.

 

1 Organización Mundial de Comercio

2 Organización de Naciones Unidas

3 .- ver el artículo “Paz y Guerra”, Eric Alliez y Toni Negri, publicado en la revista Nómadas, 19. Nos acogemos al inquietante análisis de los autores tanto como a la apertura creadora de su resistencia.

4 Ortega y Gasset, José (2019) [1930]. La rebelión de las masas y otros ensayos. España, Madrid: Alianza Editorial.