Potencias de la Percepción y del Tiempo en la Obra de Arte
Antes que ideas o conceptos, las obras de arte nos brindan percepciones y sensaciones. Pero no existe percepción o sensación sin un espesor mínimo de duración: de lo contrario, las percepciones y sensaciones se desvanecerían en el preciso instante en que surgen. La realidad del tiempo, entonces, es propia de la realidad del arte. Tan propia que Henri Bergson, filósofo francés, llega a decir que la realidad no afecta ni conmueve a la percepción de manera inmediata: la realidad no sería algo ya dado, sino que sería algo que se hace continua o discontinuamente mediante acciones y obras de arte. La hipótesis es que las cualidades bergsonianas, hechas de contracciones y distensiones sucesivas, variadas e infinitas, desplegarían siempre y al mismo tiempo cantidades virtuales o potenciales que son lo que Proust llamaba “tiempo perdido” o “tiempo que se pierde”, pero que en el seno de la obra de arte, es decir, de una creación, pueden volverse “tiempo recobrado”, o sea, percepción del tiempo en la obra de arte como duración y devenir, lo que reuniría el sentido último de todos los signos mundanos, amorosos y sensibles.