Remendando ausencias
Los hilos se enredaban en todo. Estaban en mis zapatos, en la ropa, cuando revisaba mis cuadernos se enredaron en las líneas y en mis palabras. Intenté vagamente manejarlos con mis manos, pero era una tarea absurda para una mujer que en su niñez prefirió los colores a la aguja; aun así, los hilos se quedaron y dibujaron mi sendero. A partir de este encuentro incesante, cuestioné mi vínculo afectivo con el arte textil que conllevó a un proceso de reconciliación y análisis de mis reminiscencias que cargaban con el silencio, como a un rastreo documental de la relación que existe entre las labores textiles, la memoria y su relación entre vida y muerte.
La percepción sobre el textil se ha transformado conforme las mujeres se han valido de él como vehículo de expresión y emancipación. En este saber-hacer se reconoce ella misma como sujeto y en colectivo como creadora en el lugar que habita, siendo el tejido y/o bordado una transversal que nos acompaña en el tránsito de la vida desde nuestro nacimiento hasta la muerte. Este componente mítico es uno de tantos matices que hilo y aguja contienen en nuestra cotidianidad y en los rituales presentes en nuestra cultura colombiana, en especial cuando se afronta el duelo o la crudeza del territorio al que pertenecemos.
Coser guarda una estrecha relación con la memoria, el lenguaje y el tiempo, nos acerca a lo indecible, a aquello que no podemos nombrar o definir, pero que necesita ser remendado para ser tangible. En esta medida, la costura tiene una función vital en la organización de los hechos cotidianos y en la gestión emocional del individuo que al tejer se enfrenta a sí mismo, tanto en la construcción material como en su construcción de identidad. Puntada tras puntada se crea un archivo textil que narra aquello que la mujer no pudo verbalmente y se apoya en las telas para significarse.
Tenemos el caso de mujeres que han acudido al arte textil como el conductor para manifestar, denunciar y resistir en nuestro contexto colombiano; madres que cuidan a través del tejido a sus hijos ausentes, mujeres que eligen coser y desarrollarse académica y laboralmente, hijas herederas del saber textil que crecieron en el seno del hogar de una modista. Me uno a este grupo de mujeres por la necesidad de coser, de recomponer lo deshecho y roto, por la necesidad de decir en un mundo que nos priva de usar la lengua como en el mito de Filomela que, aunque sea ficticio, contiene un porcentaje nuestra realidad colombiana. La ponencia tiene como propósito presentar mis reflexiones acerca de la costura como una elección consciente o inconsciente de una herencia generacional que nos dirige a cuestionarnos nuevamente sobre ella, nos posibilita ocupar un espacio comunitario para retomar el diálogo y experimentar la ausencia, el dolor y el trauma, como forma de crear tejido social y protestar frente a las violencias, al silencio sistemático, a la pérdida de la vida y la libertad.